26 de junio de 2012

Verano

Ya sí que no hay marcha atrás. El curso ha terminado prácticamente, tan sólo quedan unos días. Y habrá que decir hasta luego hasta septiembre, y a algunas cosas, un adiós para siempre. A cosas como mi almohada, mi cama y esas cuatro paredes que tantas cosas han visto este año. Esas cuatro paredes de la habitación que me ha acogido entre sus brazos cuando más lo he necesitado. Y me he perdido entre papeles, tinta y grafito muchas veces. Y entre notas altas de música desconocida.
Pero de nada sirve anclarse en lo vivido; mejor pensar en el día a día. Ahora vienen los días de descanso, de piscina, playa, sol, helados y noches largas sentados en nuestros propios recuerdos hasta bien entrada la noche, donde el calor no te haga perder la noción de dónde estás.
Ahora viene lo que todo el mundo espera con ansia: días para no hacer nada, para disfrutar hasta que queramos en la calle y luego dormir lo que nos de la gana. 
Sin embargo, aunque yo también tengo ganas de no hacer nada, de leer los libros que quiera, de poder acostarme cuando quiera, salir sin pensar en cuándo volver porque luego no tendrás que madrugar... no me entra en la cabeza tener que irme. Este año, más que ninguno, no quiero despedirme, porque supone alejarme de algo importante para mi. Muy importante de hecho. Supone alejarme de él, mi pequeño. Y aunque hay que organizarse para vernos y se que lo vamos a conseguir, sigo sin querer que acabe esto, que llegue definitivamente el verano...

No hay comentarios: